Construyendo nuestro mundo

Las palabras tienen el poder de cambiar nuestra percepción de la realidad.

La rutina nos hace ciegos y sordos. No escuchamos al pesado de siempre. No miramos lo que florece a nuestro alrededor. Damos muchas cosas por supuesto, y al final nos convertimos en un auténtico muro de contención, para nosotros mismos y para los demás: "mejor que fluya la normalidad...", que nada cambie para estar más cómodos y tranquilos.

Nada nos va a ser dado gratis, sin esfuerzo y sin trabajo. Lo que hay a nuestro alrededor, lo que sienten las personas con las que hacemos el camino, depende mucho de nuestra mirada y nuestra atención. Las palabras son, o pueden ser lo que nos conecte a los demás, para transmitir y para recibir. Las palabras hieren, alientan, estimulan, matan... es nuestra elección. Y los silencios... o no palabras, tienen la misma fuerza.

Cualquier conversación, cualquier intercambio de impresiones, cualquier comentario, todas esas palabras rutinarias pueden servir para cambiar el rumbo, para mirar a lo positivo, para sanar y alimentar a los que nos importan y a uno mismo. Pensemos cuántas frases y palabras desperdiciamos al día en no decir nada, en comunicar chismes, cotilleos, en ahondar en aspectos negativos que ni nos llevan a parte alguna, ni nos aportan nada. Y también cuántos minutos de escucha en la que ni oímos ni ponemos interés en comprender a nuestro interlocutor.

Un gran sabio y comunicador decía que todo ser humano desea ser valorado y aceptado. Tenemos la posibilidad de regalar a los demás lo que más desean, y con ello conseguir hacer un mundo para todos más amable y humano. Cultivemos el placer de regalar; practiquemos la alegría de ver nuestro mundo alrededor positivo y feliz. Cambiemos nuestro discurso de la queja a la motivación y así construiremos una realidad mejor para todos.

Esta entrada fue publicada el 07-05-17 a las 11:52.
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