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Qué bueno es hacer un parón al año. Seguramente nos viene igual de bien a los humanos como a las máquinas el hacer un reset total por lo menos una vez cada temporada. Y hay que reconocer que para eso las navidades son perfectas. Los veranos no dejan de ser un periodo de aletargamiento... pero el final de año con fiestas y celebraciones hace que sea un auténtico salto en el tiempo y en el espacio el cambio aparentemente inopinado de año.
El año anterior, con toda la locura previa a las vacaciones, acabé bastante harto, enfadado y distanciado de todos. Hubo días bastante negros, donde iba de cabreo en cabreo, discusión en discusión. No era capaz de verlo entre tanto acaloramiento y estrés. Ahora empiezo a comprenderlo y a aceptarlo.
Cada persona tiende a interpretar su trabajo como el centro del universo. Es hasta cierto modo normal que esto sea así, y seguramente es lo más sano. De esta manera las personas nos tomamos con la importancia y la responsabilidad debidas nuestras tareas. Mi labor respecto a este hecho es valorar y equilibrar las prioridades, analizando todo el conjunto de directrices de la empresa. Hay que organizar los recursos sacrificando por un lado y concentrando esfuerzos por otro.
El resultado es que en momentos de gran estrés los trabajadores se enfadan ya que no todo puede hacerse con la perfección que uno deseara.
Todo va muy rápido, no hay tiempo para explicar las decisiones. No hay tiempo para una comunicación y entendimiento fluidos. Por tanto llegan los conflictos. ¿Y contra quién o contra qué puede enfadarse la gente?
Por mucho que pensemos en las posibilidades sobre contra quién hay que dirigir nuestra ira, o nuestro enfado, la respuesta es solo una: el jefe. El jefe tiene la culpa de todo. El jefe no se entera de nada.
Además la concentración de los cabreos es muy fina. No hay posibilidad de cabrearse contra los jefes muy por lo alto.
De aquí surgen entonces las aberraciones, ya que solucionar problemas concretos de comunicación sería tan simple como hablar cinco minutos.
Pero nos solemos tomar estos enfados globalizándolos y relacionándolos con males supremos de la humanidad: Las empresas solo quieren explotar a sus empleados. Los marrones siempre le caen a las mujeres. Con la crisis se dan vueltas de tuerca a los derechos de los trabajadores...
Con todo esto solo he podido sobrellevarlo distanciándome al menos de momento, de todo el mundo. Respirando y concentrándome en mis cosas.
Es la ventaja de no sentir el aliento del cliente en el cogote. Puedes desconectar alguna zona del cerebro y seguir trabajando a tu ritmo, y sosegadamente, tomar las decisiones necesarias.
Ahora, después del reset de navidad, ya podemos volver a pensar en cómo mejorar en mi trabajo de jefe...
Esta entrada fue publicada el 08-01-13
a las 18:40.
Ha sido leída 2 veces esta semana.
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