Desde su peluquería móvil, conocida como Project Q, Madin López es una de las pocas peluqueras dispuestas a entender y poner en práctica los cambios de imagen propuestos por su clientela, básicamente jóvenes afroamericanos queers. En inglés, esta palabra hace alusión a algo o alguien excéntrico o raro. Sin embargo, y durante mucho tiempo, se ha empleado para etiquetar, de forma despectiva, al colectivo LGBT y a cualquier persona que no se definiera como heterosexual. Hoy en día, este término hace referencia a cualquier persona que huye de las definiciones en materia sexual y de las relaciones convencionales.

En realidad, cuidar y manejar el cabello de un afroamericano que no se ve ni demasiado hombre, ni demasiada mujer, no resulta tarea fácil. En ocasiones, los jóvenes que acuden a Project Q quieren lucir undercuts o sidecuts, acompañados de trenzas o rastas. Son cambios de imagen complejos, elaborados, que en un salón, tal y como lo conocemos, podrían alcanzar los 700 dólares (598,94 euros).

Cuestión de autoestima

Madin López atiende a estos jóvenes afroamericanos, caracterizados por una doble personalidad (masculina y femenina) en su caravana provista de un espejo de gran tamaño, silla giratoria, tijeras, brochas y todo tipo de utensilios de peluquería. La peluquera les corta el pelo sin ánimo de lucro, identificándose con muchos de ellos. Y es que López también fue una mujer sin hogar años atrás.

El hecho de cuidarse, ir aseado y hacerse la manicura es sobre todo cuestión de autoestima para muchos jóvenes no binarios, a veces rechazados por sus familias. Lucir una buena imagen les sube la autoestima y expresa su resistencia ante un sistema que no les comprende y les da la espalda.

Créditos: AFP / Mark RALSTON.









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