"La publicidad se basa en la
observación de que un sujeto es en
realidad dos: el que es y el que
le gustaría ser".
William A. Feather, editor y publicista
estadounidense (1889-1981).

Recientemente, Reino Unido legislaba en contra del uso de reclamos y filtros engañosos de la publicidad en general y de los denominados influencers en particular al referirse a las propiedades de productos de belleza. En concreto, la Autoridad de Normas de Publicidad británica (Advertising Standards Authority ASA) ordenaba a las personas influyentes que no utilizaran este tipo de recursos, los filtros que mejoran y estereotipan rostro y cuerpo en sus campañas en redes sociales.

La alerta nace de una consecuencia muy seria. Los estándares de belleza de instagramers y RR SS de todo tipo alimentan inseguridades y cánones poco realistas. Con estudios que confirman que la salud mental, mayoritariamente de los adolescentes, está siendo dañada por el uso excesivo las mismas.

Casos similares se han dado también no solo en el entorno europeo sino en otros países. Sin ir más lejos, a primeros de año el gobierno argentino extendía una multa millonaria a Nu Skin por difundir lo que consideró publicidad "engañosa o confusa", valiéndose precisamente de los influencers. Lo que una vez más nos confirma que no todo vale en materia de belleza. Y que aquellos que certifican y velan por la veracidad de sus resultados tienen ahora un nuevo reto por delante, ser garantes de los cánones de belleza exentos de los artificios de un tropel de usuarios de redes sociales abducidos por los estereotipos.

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