Bajo el nombre de una técnica centenaria japonesa que consiste en reparar piezas de cerámica rotas, esta práctica, que traspasa límites para instaurarse como un modo de pensamiento, vida y acción, plantea que no tiene sentido ignorar las heridas del alma, lavarlas o disimularlas. Por el contrario, las recompone, une las piezas rotas, lo que revaloriza la belleza de las cicatrices. Las roturas forman parte de la historia del objeto, lo convierten en único y definen su identidad.

Se trata, sí, del Kintsugi o la teoría de la resiliencia. Un arma de seducción para ti mismo, que funciona y que nos ayuda a parar los golpes que de un lado u otro nos da la vida. En todas las facetas, la personal y la del alma, y la de los errores cometidos, al frente del timón de tus días, incluida familia, amigos, entorno, y tu negocio.

"Un daño se puede reparar, zurcir. Lo roto es difícil de reparar, casi siempre es mejor cambiarlo por otro. En cambio, lo dañado tiene una reparación posible. Una esperanza, la ilusión de volver, no digo al estado anterior al daño, pero sí a un estado en el que la vida pueda seguir fluyendo (...) Usted no podrá evitar el daño, pero sí convertir eso que hoy no le deja vivir en un dolor apaciguado". Así se recoge en Una suerte pequeña, la perturbadora novela de la escritora Claudia Piñero.

Del Kintsugi a la resiliencia

El proceso de sanación emocional imprime sus marcas, cicatrices que bien pueden dejarse a la vista u ocultarse con recelo. Pero según el Kintsugi, recomponerse de las heridas es la mejor filosofía de vida. El valor está en la imperfección, en el desgaste. Así, bajo la premisa de esta práctica, un cuenco destrozado podrá ser ornamentado con encaje y la unión de los fragmentos ser unida con un barniz espolvoreado de oro, plata o platino. Claro que con las roturas del corazón no es tan sencillo como con las piezas de cerámica. Y lleva tiempo. En el Kintsugi la etapa de secado es clave para la recomposición del objeto porque es justamente lo que garantiza su solidez y durabilidad.

Santiago Moll, profesor, formador presencial y on-line y blogger autor de 'Justifica tu respuesta', en un revelador artículo, casi un ensayo, describe con detalle un episodio en torno al Kintsugi el cual le marcó profundamente. Se refería a la visión de un plato roto, recompuesto, pegado, y rebarnizado en las uniones decoradas para un mayor efecto.

"El plato en cuestión había dejado de ser un plato convencional para convertirse en algo más, algo con un valor añadido y en el que el concepto reparación adquiría un nuevo y valioso significado. Es precisamente el concepto reparación el que me dio la idea de relacionar el término Kintsugi con la resiliencia", asegura Moll.

La cultura japonesa es una cultura con un alto sentido de la espiritualidad. De hecho, junto con el término Kintsugi, también existe la expresión Wabi-sabi que consiste a su vez en hallar la belleza de los objetos rotos, viejos o deteriorados. Esto hace que el verdadero valor de un objeto no radique exclusivamente en su belleza externa, sino en la historia que dicho objeto posee.

El término resiliencia se ha utilizado comúnmente en la física para referirse a la capacidad que un cuerpo posee para doblarse, estirarse o comprimirse y después recuperar su forma original.

"La sociedad actual, la sociedad occidental ha perdido en interés por restaurar lo viejo o roto. Y esto se debe a que en su escala de valores se relaciona lo bello con lo nuevo o lo que es lo mismo, se aparta lo viejo y roto para ser sustituido por algo nuevo y moderno", asegura el profesor.

Entonces, la siguiente pregunta es: ¿qué pasa cuando trascendemos el objeto a una persona, a una persona rota y deteriorada por dentro? Ahí es donde el término resiliencia juega un papel fundamental. "En el artículo titulado '10 Maneras de enseñar resiliencia a tus alumnos' ya definí la resiliencia como la ‘capacidad humana de asumir con flexibilidad situaciones límite y sobreponerse a ellas’. Por tanto, al igual que el Kinsugi, la resiliencia habla del valor de la reparación como una manera de salir de una situación traumática", escribe Santiago Moll.

Lo que hace la resiliencia es preparar a la persona ante la llegada o el acontecimiento de una situación traumática o dolorosa.

Si estás roto por dentro o por fuera, si tu gestión ha sido un craso error, la resiliencia te ofrece la oportunidad de devolverte la sonrisa y recomponer tu alma y tu espíritu para que una vez restaurados cuerpo y alma, al igual que un objeto de porcelana expuesto al Kintsugi, puedas resurgir con toda tus fuerza y toda la determinación para sobreponerse a los obstáculos que la vida te pone por delante.

Entrenándose en Kintsugi

Pero todo ello posee una ciencia y dinámica propias. El consiguiente entrenamiento que se sustenta en concretas directrices emocionales. Se trata de:

  • Autoconocerse para ser consciente de cuáles son tus puntos fuertes que necesitarás usar en una situación traumática.
  • Descubrir en ti aquellas habilidades que te hacen destacar en algo y que podrás usar para salir de una situación difícil.
  • Potenciar al máximo los hábitos saludables basados en una buena alimentación, ejercicio moderado, reducción del estrés y sueño reparador.
  • Aprender a escuchar de forma activa y empática a aquellas personas que pueden ayudarte no sólo desde la palabra, sino también desde el corazón.
  • Fomentar la autoestima reforzando positivamente aquellas actuaciones que te hacen mejor.
  • Aprender a solucionar tus propios conflictos a través de la formulación de preguntas abiertas que tú mismo debes responder.
  • Fomentar la bondad y la asertividad contigo mismo y con los demás.

Sí, efectivamente, se trata de disfrutar y cultivar una visión optimista de la vida.

La resiliencia en las empresas

Pero, ¿qué pasa cuando hablamos de la empresa?

El término resiliencia (resilience o resiliency), se ha utilizado comúnmente en la física para referirse a la capacidad que un cuerpo posee para doblarse, estirarse o comprimirse y después recuperar su forma original. Posteriormente, este término se ha incorporado a la psicología, empleándose para designar como resilientes a aquellas personas que se adaptan a los cambios y hacen frente a las adversidades, transformando los problemas y las situaciones estresantes o nocivas en oportunidades.

Según el portal Cuadernos de Seguridad, en nuestro entorno laboral, siempre podemos encontrar a ese compañero o trabajador que, a pesar de soportar el aumento de la exposición a factores de riesgo psicosocial, acaba rápidamente aceptando las condiciones y adaptándose a los cambios de forma natural, encontrando estrategias propias para elaborar planes de acción que resuelvan las nuevas situaciones a las que se enfrenta.

Por ejemplo, el hecho de aumentar la cantidad de tareas a realizar en el mismo periodo de tiempo, supone un aumento de los niveles de cortisol, o lo que es lo mismo, mayor estrés. Así pues, y ante este caso, nos encontraremos con el siguiente tipo de personas que:

  • Se frustran y se quejan pero pueden hacerlo aunque no lo intentan.
  • Otras que se alarman pero lo hacen.
  • Personas que no son capaces de realizarlo por más que lo intenten.
  • Y otras que lo aceptan y se hacen con ello encontrando la manera de optimizar su tiempo.
    Este último sería un ejemplo de un grupo de personas llamadas resilientes, puesto que ven la situación como un reto que deben manejar.
Lo que hace la resiliencia es preparar a la persona ante la llegada o el acontecimiento de una situación traumática o dolorosa.

Y no solo eso, si somos capaces de ser resilientes, lo nuestro será también la capacidad de asumir el compromiso, el control y el reto, lo que nos conducirá al éxito, además de sumar a nuestro cuerpo y espíritu ventajas edificantes:

» El compromiso con el trabajo o la tarea a realizar ayuda a moderar las consecuencias del estrés, ya que la persona se implica sintiéndose parte de un equipo u organización.

» El factor control hace referencia a la convicción que la persona tiene de sí misma para afrontar una situación. Si percibe mayor control, seguramente tendrá más tiempo para pensar qué recursos de los que posee puede utilizar en cada caso.

» Por último, el reto consiste en percibir un estímulo estresante como una oportunidad de cambio, algo imprescindible para la resiliencia.

He aquí que el cambio es el que nos acompaña desde hace posiblemente un par de décadas sin terminar de ser cambio al ciento por ciento, lo cual deriva ciertamente en episodios críticos de estrés que nos pueden llegar a paralizar como trabajador, empresa y empresario.

Si estás roto por dentro o por fuera, si tu gestión ha sido un craso error, la resiliencia te ofrece la oportunidad de devolverte la sonrisa y recomponer tu alma y tu espíritu.

Pero si nos centramos en el caso concreto de las empresas, vayan por delante estas 5 características innatas a las organizaciones resilientes, para salir airosos frente a las transformaciones y los cambios.

CAPACIDAD DE APRENDIZAJE.
Las empresas resilientes tienen la capacidad de aprender en cualquier situación y entorno que se les presente, hacen las mejoras que consideren necesarias y empiezan a tener un desempeño impecable para conseguir la rentabilidad requerida. Las empresas resilientes pueden aparecer y desaparecer en un período corto de tiempo con diversas estructuras hasta que se produzca la mejor y de ahí empezar a desarrollarse para disfrutar únicamente de crecimiento.

DIVERSIFICAN SUS PRODUCTOS.
La innovación es la base de las empresas resilientes, pues saben identificar el momento oportuno para añadir productos o líneas nuevas de negocio a las ya existentes, por lo que alientan la creatividad en los equipos de trabajo para que siempre surjan ideas que ayuden al desarrollo de la organización. Sobre todo en este mundo lleno de avances tecnológicos, no nos podemos quedar parados ante los cambios que se enfrentan.

SON FLEXIBLES.
La improvisación es una de las armas de la resiliencia, haciendo ajustes conforme a las diversas situaciones que se puedan ir presentando en el transcurso del tiempo. Hay que ser prácticos ante los cambios que se van originando y no emplear demasiado tiempo en hacer esos ajustes que pueden marcar la diferencia entre ser exitosos o seguir fracasando.

TRANSFORMAN EL ENTORNO.
Cuando una empresa cae en un bache porque las ventas han ido a la baja es ahí donde tiene que surgir la resiliencia empresarial para cambiar su entorno y buscar oportunidades de negocio donde nadie más puede verlas. La clave de sobrevivir a las adversidades es precisamente ser el motor de cambio para que, cuando hayamos caído nos levantemos, nos recuperemos y mejoremos las condiciones financieras.

CONTRATAN A PERSONAS RESILIENTES.
Las compañías que están teniendo éxito en los diferentes mercados, es porque están apostando también por la contratación de personas que se comprometen con el entorno, aquellas que son capaces de controlar sus emociones, las que se adaptan fácilmente a los cambios, que han viajado a otros países, que tienen una formación cultural por encima del promedio y esto hace que sean poco vulnerables a la constante presión y estrés que se vive en las empresas y por lo tanto sean a su vez más atrevidos en lo que hacen, pues el riesgo no es un factor que pueda detener su ímpetu de superación.

"Estamos pasando por una época donde las cosas cada vez son más complicadas a la hora de querer ser más competitivos que nuestros adversarios y hay empresas que lo único que pueden hacer es resistir ante esos embates que pueden poner en serios aprietos a las empresas y ahí es donde toma una enorme importancia el ser resilientes", declara Germán Rivera, director de Finanzas y columnista en empresasydinero.com. "Donde sobrevivir no es la única opción de las empresas, hay que aguantar y esquivar los disparos, aprender de las malas experiencias, anticiparnos a las tendencias y sólo así lograremos salir fortalecidos y con una capacidad enorme para crecer de manera sostenida".









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