"El destino mezcla las cartas,
y nosotros las jugamos".
Arthur Schopenhauer, filósofo alemán.
La reciente ola de despidos en empresas del sector cosmético ha encendido las alarmas. Desde gigantes globales hasta marcas más modestas, la industria afronta recortes de plantilla que se justifican por varios factores: caída de ventas, inflación de costes, cambios en los hábitos de consumo y ajustes en las cadenas de suministro. El caso de Estée Lauder, que planea eliminar miles de puestos de trabajo en todo el mundo como parte de su estrategia de reestructuración, es solo un ejemplo de una tendencia más amplia.
En España, la cosmética y la perfumería no son un sector menor: generan más de 40.000 empleos directos y representan un motor exportador clave. Sin embargo, la desaceleración económica internacional, el alza de costes y la proliferación de falsificaciones —que destruyen más de 3.600 puestos al año— amenazan con erosionar esa fortaleza.
Las crisis también pueden ser una oportunidad. España tiene una larga tradición en perfumería y cosmética, reconocida internacionalmente por su calidad e innovación. Invertir en fórmulas limpias, envases reciclables, cadenas de suministro locales y producción con bajo impacto ambiental no solo puede fortalecer el sector, sino colocarlo a la vanguardia global.
Los despidos en la industria cosmética son una llamada de atención: lo que está en juego no es únicamente la rentabilidad de unas pocas empresas, sino el futuro de un sector estratégico para la economía española. Proteger ese valor añadido significa proteger empleo, innovación y prestigio internacional.
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