Paulina Vega Dieppa, flamante Miss Universo 2015, ostenta sobre sus hombros una corona valorada en 300.000 dólares. Una cifra que representa una ínfima parte del negocio que genera el concurso de Miss Universo. Con un presupuesto inicial de apenas seis millones de dólares, el evento puede llegar a superar los 30 millones, gracias al aporte de patrocinadores, países participantes e incluso las propias concursantes. Todo parece poco para un evento que se retransmite en todo el planeta y visualizan 1.000 millones de personas.

Un evento costoso con impacto en el sector de la belleza

A modo de ejemplo, la emisión de un anuncio en la franja horaria del concurso cuesta casi 10,9 millones de dólares, como cifra aproximada, ya que la inversión depende del anunciante, la duración y la ubicación del anuncio en el bloque publicitario. Sin embargo, para las marcas la inversión está más que justificada. Por un lado, se pueden alcanzar audiencias de 13,5 puntos; por el otro, parece que eventos similares suponen un estímulo para el consumo, tal y como aseguran las empresas patrocinadoras. Y ello, a pesar de que el concurso de Miss Universo ha dejado atrás su época dorada. De hecho, la edición del año pasado se canceló a mediados de septiembre. Así lo hizo público Luigi Boria, alcalde de la ciudad de Doral (Florida) sede prevista para su celebración. El motivo principal fue el desorbitado coste que suponía acoger el certamen: 2,5 millones de dólares del presupuesto público de la urbe.

Paulina Vega Dieppa.

Atrás queda el periodo, durante los años setenta y ochenta, en el que los países se disputaban la organización del evento. Sin duda, la crisis global ha obligado a replantearse presupuestos y gastos. Además, en términos de audiencia, el concurso ya no es el que era. Durante el periodo 1974 y 2007, el concurso atraía a cerca de 35 millones de estadounidenses. La edición del año 2013 apenas captó el interés de 3,7 millones.

En el año 2010, Zulma Yugar, ministra de Cultura de Bolivia aseguró que que su país se negaba a organizar Miss Universo. Bolivia, como país organizador, debía asumir costes desorbitados: más de 600 horas de limusinas con aire acondicionado, 5.200 noches de hotel cinco estrellas, más de 45.000 dólares para lavandería y 350 billetes de avión cuyo coste supera el medio millón de dólares, otro millón adicional en concepto de alquiler de equipos de sonido e iluminación y medio millón para la construcción del escenario de la gala, por nombrar algunos gastos. Como colofón, el multimillonario Donald Trump, propietario del evento, le hubiera cobrado al país andino siete millones de dólares.

Un baile de cifras para convertirse en reina

Cuando las firmas no invierten el dinero suficiente en el evento, lo hacen las propias participantes. Quien se presenta a Miss Universo se deja varios millones de dólares en la adquisición de vestidos, joyas, zapatos, maquillaje y peluquería, cursos, gimnasio, billete de viaje de amigos y familiares acompañantes, etc. Los dos vestidos de gala que se precisan por evento (el de la coronación y el típico del país) implican un gasto cercano a los 20 millones, en opinión de Fabián Chacón, preparador oficial de reinas de la belleza.

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