Se ha convertido en un postulado que toda nueva tecnología trae inmerso algún riesgo. La manipulación de la materia a escala nanométrica o las llamadas nanotecnologías no escapan a este principio.
Hablar de nanoriesgos no implica estigmatizar las nanotecnologías, tampoco es una llamada a evitar su uso. Al hablar de riesgos se impone hablar de prevención y precaución. Precisar lo anterior es importante para evitar confusiones en torno a los textos de riesgos, en especial los asociados a las nanotecnologías que se encuentran en la frontera de la incertidumbre.


¿Qué es la nanotecnología?

En términos generales es el diseño, caracterización, producción y uso de estructuras, dispositivos y sistemas controlados a escala nanométrica (la escala nanométrica es del orden de una millonésima de milímetro); por otra parte, el estudio de las propiedades de los fenómenos que ocurren a esta escala se denomina nanociencia. En un documento de la Royal Society publicado en 2004 (Nanoscience and nanotechnologies: opportunities and uncertainties) se explica que a escalas nanométricas los materiales o substancias pueden comportarse en forma muy diferente que cuando están en una escala mayor. Por ejemplo, los nanomateriales pueden ser más fuertes o más ligeros, conducir el calor o la electricidad de una forma distinta, pueden cambiar de color, etc. He ahí la motivación de nanocientíficos y nanotecnólogos.

En cosmética, la utilización de la nanotecnología se vale para que su penetración sea mayor, por ejemplo a través de la piel, y es uno de los sectores que más la utiliza.

¿Pero podrían las nanopartículas suponer un peligro para la salud? Existe la duda de si su virtud, su pequeño tamaño y su alta reactividad, podría convertirse en defecto. En el caso de los bienes de consumo, que a diferencia de las aplicaciones para medicina no pasan por ensayos clínicos con seres humanos, no se sabe con certeza si, sin quererlo, en algunos casos podrían atravesar la piel, viajar por el torrente sanguíneo y alcanzar órganos. Tampoco si por su alta reactividad podrían alterar elementos celulares de forma indeseada. En todo caso, la Unión Europea ha impulsado investigaciones y una reforma reglamentaria sobre nanotoxicidad porque reconoce que la posibilidad existe.

Se trata de adelantarse a los riesgos. Y, sobre todo, a la percepción social de estos riesgos. Los beneficios sociales y económicos que se esperan de ellas son muchos y la mayoría de expertos en este campo coinciden en la respuesta: no hay riesgo, pese a que algunas organizaciones ecologistas se hayan empeñado en lo contrario. Ahora bien, se trata de un no en el que hay que leer la letra pequeña. Un informe sobre nanotecnología del Joint Research Center (organismo de la Unión Europea), emitido el pasado mes de julio, dice que hay una aceptación común de que esa posibilidad existe y que es necesaria más investigación.

La diferencia a la hora de valorar las nanopartículas está en que a escala nano se rompen muchos de los parámetros con los que se miden sus riesgos y toxicidad, como la masa o la dosis. A partir de ahora, en toxicología de nanomateriales, controlar la dosis ya no es suficiente, porque también son importantes la forma, el tamaño, la superficie y la pureza.

¿Sabemos qué nanoproductos hay en el mercado? Una de las medidas precautorias que se han tomado en Europa es el etiquetado de productos, que advierten de la presencia de nanopartículas, Hay más de 700 nanoproductos sin etiquetas en el mercado.

Los nanomateriales tienen una capacidad de acceso muchísimo mayor a nuestros organismos que las partículas más grandes. Los materiales que miden menos de 300nm pueden ser absorbidos por células individuales, mientras que los nanomateriales que miden menos de 70nm pueden ser absorbidos incluso por el núcleo de nuestras células, donde pueden causar un daño mayor (Foladori & Invernizzi, 2008, p. 29).

No hay datos en humanos sobre si una nanopartícula que toque la piel puede alcanzar otros órganos. La sospecha se deriva de estudios indirectos. Son investigaciones en las que se ha medido el impacto de nanopartículas presentes en el aire contaminado, resultantes de la combustión en los coches. Se ha visto que si se respiran alcanzan el fluido sanguíneo. Incluso se sospecha que pueden llegar al cerebro o al feto en mujeres embarazadas y provocar alteraciones.

La nueva legislación europea sobre cosméticos va un paso por delante. Desde el año pasado establece que en el listado de ingredientes de todo producto debe indicarse claramente que contiene nanopartículas insertando la palabra "nano" después del nombre del ingrediente concreto. El documento incide en la misma incertidumbre: reconoce que "en la actualidad, la información sobre los riesgos asociados a los nanomateriales es inadecuada".

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