Depilación gratuita en un parque de atracciones británico
Cada vez nos gusta menos el pelo; así lo demuestra el crecimiento de este servicio en los salones de estética
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El pelo ya no cumple funciones esenciales para la supervivencia, así que la sociedad en la que vivimos ha decidido eliminar todo rastro de vello corporal. Irreversiblemente. Igual que el dedo meñique del pie que estamos a punto de dejar en la estacada evolutiva. Cada vez nos gusta menos el pelo; así lo demuestra el crecimiento de este servicio en los salones de estética, incluso de las franquicias especializadas en ello.
De la misma forma que éramos el país que más edificios levantaba, las españolas son las europeas que más se depilan; además, lo hacen antes y en más partes del cuerpo. La exterminación masiva y concienzuda del vello corporal solía ser cosa de mujeres, pero hace tiempo que los hombres se unieron a la lucha, y va “in crescendo”.
El diseñador Tom Ford ha denunciado más de una vez que vivimos en una sociedad sin pelo. Nos pulimos y enceramos. Más como un coche o una muñeca que como solían los humanos. Y no hace falta volver a las cuevas para encontrar el capilar perdido. Pocas décadas atrás, Burt Reynolds o Sean Connery se ganaban la vida como símbolos sexuales de pelo en pecho. Semejante alarde de frondosidad parece hoy restringido a los osos.
Es cierto que la obsesión es antigua y que las fórmulas de tortura siempre han sido imaginativas. Arrancar pelos de la cara con un hilo de algodón retorcido podría parecer un servicio más propio del spa de Guantánamo que de un salón de belleza. La antigüedad de la patología recuerda que además del propósito embellecedor existe una cuestión de higiene. Pero seamos serios. Eso no explica por qué el 70% de las clientas de Leticia (esteticista), que se depilan las ingles, lo hacen 'a la brasileña'.
En ese parque de atracciones británico que nos anima el verano con tonterías como prohibir los bañadores slip, han tenido otra idea "brillante": depilación gratuita para asegurarse que sus clientes exhiban decorosos –es decir, lampiños– muslos. Tanta unanimidad asusta. Y acabará por convertir a espaldas peludas y mostachos femeninos en instrumentos de rebeldía y contestación social. La globalidad lleva a la uniformidad de cuerpos y mentes. Viva el pelo como símbolo de rebeldía y singularidad en todas sus versiones.
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