Abejas, serpientes y arañas: el nuevo bestiario cosmético
Los venenos animales emergen como una sorprendente fuente de activos cosméticos con un potencial antiedad y despigmentante aún por descubrir
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Una evolución con un amplio futuro
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La naturaleza no se queda sin recursos: abejas, serpientes, arañas o salamandras ofrecen un reservorio todavía poco explorado para los activos cosméticos. Un estudio reciente publicado en una revista científica traza un panorama completo.
¿Y si los activos más prometedores ya no se escondieran en las plantas, sino en las mordeduras y picaduras del mundo vivo? Un estudio publicado en la prestigiosa revista Toxicon invita a los formuladores a mirar de otra manera estas sustancias que solemos considerar hostiles. Después del caviar y el ADN de salmón, ¿veremos pronto veneno de cobra en nuestras cremas de día?
Venenos, ¿la nueva arma antiedad?
Estrella indiscutible del momento, el veneno de abeja es el ingrediente más documentado hasta la fecha. Las investigaciones le atribuyen efectos antiedad, hidratantes y rejuvenecedores, casi dignos de un lifting… pero sin bisturí. En formulación hidrogel, estimularía la formación de colágeno y aceleraría la cicatrización gracias a sus propiedades antiinflamatorias, antimicrobianas y antioxidantes.
Más recientemente, los estudios sobre la molécula principal del veneno de abeja, la melitina, se han centrado en sus efectos “regeneradores”, considerados prometedores para mejorar el grosor de la dermis y la epidermis, así como para aumentar las fibras de colágeno, la hidroxiprolina y el ácido hialurónico. En resumen, una auténtica colmena de beneficios.
Por su parte, los péptidos derivados del veneno de serpiente llaman la atención por su capacidad para alisar las arrugas mediante la relajación muscular. Una especie de bótox tópico, pero sin cita médica y sin jeringuilla.
El medio especializado Cosmetics & Toiletries ya mencionaba hace algunos años el “dabba”, un pequeño péptido inspirado en una toxina de la víbora de los templos. Su principio es simple: bloquea de forma breve un receptor implicado en la contracción muscular, lo que permite relajar temporalmente la zona objetivo de manera totalmente reversible.
En la misma línea (o más bien, en el mismo veneno), un estudio publicado en Journal of Drug Delivery Science and Technology explica cómo la nanotecnología podría permitir utilizar el veneno de serpiente con fines terapéuticos. Estos venenos son verdaderos “cócteles” de proteínas con efectos muy variados. Asociados a nanosistemas adecuados, varias aplicaciones farmacológicas ya han mostrado resultados prometedores.
Nuevas pistas pigmentarias
No olvidemos tampoco las toxinas de arañas y salamandras por sus propiedades antioxidantes. Pero no solo eso. Algunos investigadores franceses ya estarían trabajando con venenos de escorpiones, serpientes, arácnidos y anfibios, con el objetivo de identificar nuevas moléculas inhibidoras de la melanogénesis (producción de melanina).
Esto podría inspirar futuras soluciones para tratar trastornos pigmentarios… o empujar un poco más los límites de la ciencia. Y aún hay más: un artículo reciente publicado en Integrative Organismal Biology presenta una base de datos integrada dedicada a los venenos y sus aplicaciones. Una prueba, por si hiciera falta, de que el tema empieza a despertar la curiosidad del mundo científico.
¿Los venenos, fuente de juventud?
No nos precipitemos… Antes de llenar los tarros de los laboratorios, deben superar algunos obstáculos. Y no menores. Existen muy pocos ensayos clínicos disponibles hasta la fecha y también faltan pruebas rigurosas para garantizar una comercialización segura.
El reto de la innovación responsable
El tema implica además cuestiones regulatorias y éticas. No es un activo vegano y requiere un abastecimiento sostenible para no poner en peligro especies ya vulnerables. ¿La solución? A largo plazo, serán necesarias versiones sintéticas para avanzar sin renunciar a la responsabilidad.
En definitiva, el uso de venenos animales en cosmética está todavía en sus inicios, pero su potencial, como habrás entendido, es enorme. Para los formuladores, crear tratamientos de alto rendimiento capaces de marcar la diferencia en un mercado ultracompetitivo es una gran oportunidad. Eso sí, siempre apoyándose en la ciencia, la ética y un marco regulatorio exigente. Innovar, sí, pero no de cualquier manera.
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