Las crestas de los gallos, ricas en ácido hialurónico
Hoy en día, el ácido hialurónico es muy popular como relleno facial, a través de inyecciones subcutáneas. Se sabe mucho acerca de sus propiedades hidratantes y rejuvenecedoras, aunque no tanto acerca de su presencia en el resto de seres vivos
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Está considerado uno de los antiaging más aconsejables. A su favor cuenta el hecho de estar compuesto de una sustancia natural, presente en todos los seres vivos. El ácido hialurónico se incluye en las formulaciones de algunos cosméticos, aunque se emplea, sobre todo, para rellenar pliegues y arrugas a través de inyecciones subcutáneas en determinadas zonas faciales. Por ejemplo, en los labios o "código de barras", en las patas de gallo en el contorno de los ojos y otras arrugas de expresión. También se emplea para proporcionar volumen a los labios, pómulos e incluso para mejorar las marcas residuales de acné u otras imperfecciones.
Se trata de un polisacárido incluido en la matriz extracelular de todos los organismos. El ser humano produce ácido hialurónico focalizado en los cartílagos, las articulaciones y la piel. Más del 50% del contenido de este ácido se halla en la piel y el líquido sinovial que lubrica las articulaciones. A medida que pasan los años, la presencia de ácido hialurónico en la piel disminuye. De ahí el envejecimiento cutáneo y la aparición de arrugas. La piel pierde tono, luminosidad y firmeza.
El ácido hialurónico, ¿de dónde se obtiene?
Con el descubrimiento del ácido hialurónico, se produjo un auténtico boom en el sector de la estética. Los profesores Karl Meyer y John Palmer, de la Universidad de Columbia, detectaron ácido hialurónico en el cuerpo vítreo (parte interna del ojo) de una vaca. Ambos descubrirían lo que se conoce como ácido glucurónico. La molécula del ácido hialurónico es el glicosaminoglicano, compuesto por ácido glucurónico y N acetil glucosamina. El nombre de ácido hialurónico resulta de la combinación de hialoide (vítreo) y ácido urónico.
Con las primeras investigaciones se llegó a una conclusión. El ácido hialurónico, presente en el cuerpo humano, no se podía extraer del mismo. Esta sustancia aportaría hidratación a la piel, por lo que era del todo necesaria. La solución era localizar este ácido en algunos animales para su extracción, sintetizado y posterior comercialización.
Las primeras pesquisas dieron con una de las fuentes más ricas en ácido hialurónico: la cresta de los gallos. El cordón umbilical humano también posee grandes cantidades de esta sustancia.
Otras fuentes de obtención de ácido hialurónico son las aletas de tiburón, los ojos de las vacas, los huevos y el pescado.
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