"El trabajo más productivo es el que sale de las manos
de un hombre contento"
.
Víctor Pauchet, cirujano francés, maestro de técnicas
quirúrgicas y de anestesia (1869-1936).


A veces cometemos el error de pensar que no somos malos jefes porque no levantamos la voz ni nos comportamos de forma tirana hacia nuestros trabajadores. Sin embargo, obviamos otros aspectos fundamentales que por desgracia se producen mucho en la vida laboral y que nos convierten en pésimos jefes, como puede ser no motivar al trabajador, dar poco o incluso nulo valor al trabajo realizado o no escuchar a los subordinados. Tristemente, todo esto es práctica común.

Podemos caer en el error de pensar que, por el hecho de tener trabajo y un sueldo, un asalariado ya está motivado. Pues no, las personas son un cúmulo de sentimientos y emociones que deben ser alimentados y excitados para el buen funcionamiento de la empresa.

¿Y cómo podemos ser un buen jefe? Tenemos la suerte de que como no se trata de cualidades innatas sino de actitudes, se pueden aprender. Un buen jefe debe ser entusiasta, ya que los trabajadores se contagian del entusiasmo y obtienen mejores resultados en sus quehaceres. Debe tener don de liderazgo y saber delegar tareas.
Hazles saber que son parte importante de la empresa, conoce sus metas y aspiraciones, habla con ellos de temas extralaborales. Cuanto más los conozcas, más fácil será saber lo que les motiva. También debes saber escuchar opiniones y sugerencias. Con ello no solo demuestras respeto, sino que además generas confianza.

A todos nos gusta ser apreciados por nuestras contribuciones. Según muchos estudios, la aprobación y el aplauso tienen a veces mayor importancia incluso que el valor del mismo sueldo. Las personas satisfechas y motivadas trabajan más y mejor. Debemos tratar al trabajador como si fuera nuestro propio cliente.

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