El ruido es uno de los agentes contaminantes aparentemente más inofensivos al ser percibido fundamentalmente por un solo sentido, el oído, aunque ocasionalmente también es apreciable a través del tacto cuando recibimos grandes niveles de presión sonora.

La exposición a niveles de ruido intenso da lugar a pérdidas de audición, que si en un principio son recuperables cuando el ruido cesa, con el tiempo pueden llegar a hacerse irreversibles, convirtiéndose en sordera. Esta sordera es de percepción y simétrica, lo que significa que afecta ambos oídos con idéntica intensidad.

Las legislaciones europeas establecen que 65 decibelios diurnos y 55 decibelios durante la noche son los límites aceptables para el ruido. Médicamente, la capacidad auditiva empieza a deteriorarse a partir de los 75 decibelios, y si se superan los 85 decibelios de forma habitual se puede originar lo que se denomina sordera sensorineural progresiva (falta de excitación en las neuronas). Sobrepasados los 125 decibelios aparece el dolor, llegando al umbral del mismo a los 140 decibelios.

En la peluquería y los salones de belleza, tanto los trabajadores como los clientes están expuestos a un ambiente sonoro que muchas veces excede los límites permitidos, poniendo en riesgo la salud de esas personas tanto a nivel auditivo como psicológico.
A su vez, la exposición a niveles de ruido de mediana intensidad, pero con una prolongación mayor en el tiempo, repercute en forma similar, traduciéndose ambas situaciones en desplazamientos temporales o permanentes del umbral de audición.
Como norma, en una peluquería no deberían sobrepasarse los 65 decibelios, una medida difícil de conseguir ya que cualquier secador, por si solo, puede superar fácilmente ese límite.


Efectos fisiológicos y psicológicos del ruido

Los niños nacidos de madres que se instalaron en lugares ruidosos después de los 5 meses de gestación, no soportan el ruido, lloran cada vez que lo sienten, y nacen con un tamaño inferior al normal. Los niños educados en un ambiente ruidoso pierden la atención a las señales acústicas y sufren un retraso en el aprendizaje de la lectura. El ruido dificulta la comunicación verbal favoreciendo el aislamiento, la poca sociabilidad y además aumenta el riesgo de sufrir estrés.

El ruido puede provocar dificultades para conciliar el sueño, una actividad que ocupa un tercio de nuestras vidas y que nos permite, entre otras cosas, descansar, ordenar y proyectar nuestro consciente. Se ha comprobado que sonidos del orden de los 60 dB reducen la profundidad del sueño. La aparición súbita de un ruido puede producir alteraciones en la conducta, provocando que un sujeto sea más agresivo o que muestre un mayor grado de irritabilidad.

En tareas donde se utiliza la memoria, el rendimiento mejora en los sujetos que no han estado sometidos al ruido, ya que el estrés sonoro produce una sobreactivación que conlleva un descenso en el rendimiento.


La OMS alerta de las enfermedades ligadas al ruido en las ciudades

Durante la presentación de un informe de la Organización Mundial de la Salud (OMS) sobre el ruido provocado por el tráfico, su directora en Europa, Zsuzsanna Jakab, aseguró que "la contaminación acústica en las ciudades no solo es una molestia, sino también una amenaza para la salud pública". Según el documento, este sonido es "la segunda causa de enfermedad por motivos medioambientales", por detrás de la polución atmosférica.
El primer informe a nivel mundial sobre este asunto señala que el ruido de vehículos, trenes y aviones puede provocar desde insomnio hasta ataques al corazón, pasando por problemas de aprendizaje y la enfermedad del tinnitus o acúfenos (oír ruidos cuando no hay una fuente sonora externa).

Uno de cada tres ciudadanos de Occidente asegura sufrir durante el día problemas de salud ligados al ruido, mientras que uno de cada cinco dice tener dificultades para conciliar el sueño a causa del tráfico, lo que eleva el riesgo de padecer enfermedades cardiovasculares e hipertensión, según encuestas realizadas por la OMS.

En concreto, el informe de la OMS aboga por "implementar de forma sinérgica la declaración de Parma de 2010 y las directivas europeas sobre ruido" para "proteger la salud pública frente al ruido ambiental".

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