"La audacia en los negocios es
lo primero, lo segundo y lo tercero".
Thomas Fuller, historiador y miembro
de la Iglesia de Inglaterra, que llegó al cargo
de capellán del Rey (1608-1661).

El poder de reacción de la belleza frente a crisis y catástrofes ha quedado demostrado una vez más en pandemia. Y si no que se lo digan a quienes, con su labor, han sentado un precedente. Fue nada más empezar el Estado de Alarma, en marzo del pasado año, que fábricas y empresas transformaron sus instalaciones, consiguieron materias primas e implicaron a sus trabajadores para proveer de soluciones desinfectantes y materiales de protección a hospitales y sanitarios, así como a los colectivos más vulnerables.

Y no solo eso, sino que a su vez centros de estética, salones de belleza y peluquerías, además de puntos de venta, se adaptaron en tiempo récord a un nuevo escenario garantizando la máxima seguridad e higiene de plantillas y clientes. Un sector que se enorgullece de no poseer tasa de contagio (0,03% de casos desde mayo y hasta noviembre según datos de Stanpa).

Haciendo del altruismo y la solidaridad su máxima, la belleza ha demostrado su capacidad. La que ha de usar a partir de ahora para otro objetivo fundamental, la recuperación económica y salvaguardia de su papel esencial.

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