"Donde hay una empresa de éxito,
alguien tomó alguna vez una decisión valiente".
Peter Ferdinand Drucker,
abogado y tratadista austriaco
(1909-2005).


A menudo, el uso de cosméticos puede tener más consecuencias de las que podemos imaginar. Por ejemplo, un análisis de las aguas de un lago de Nueva York ha destapado que éstas están preocupantemente contaminadas con partículas de plástico debido a las microperlas de ciertos productos de belleza e higiene, que van directas del desagüe al lago ya que las depuradoras no las pueden filtrar. Y como éste, seguro que hay muchos casos más que están aún por descubrir en todo el mundo.

Al crear un cosmético, el fabricante debe tener en cuenta muchos factores: la efectividad de los ingredientes, cómo interactúan entre ellos, la textura, el olor, los resultados... Pero muchas veces no se le presta la suficiente importancia a su proceso de eliminación una vez utilizado. Este mismo descuido lo cometen muchos consumidores, que por pereza o simple desconocimiento saturan el alcantarillado con productos de higiene que las depuradoras no pueden eliminar o desechan sus cosméticos caducados al cubo de basura erróneo.

La vida del cosmético no termina tras ser aplicado. Hay que tener cierta concienciación ambiental para su reciclaje y eliminación cuando ya no es necesario, de modo que las repercusiones sobre el medio ambiente sean las mínimas posibles. Para ello, es esencial un buen etiquetado de los productos y algo de formación sobre los pasos a seguir para su deshecho, contribuyendo todos así a un mundo mucho más limpio y sano.

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