Bajo el título Helena Rubinstein. L'aventure de la beauté, el Musée d'Art et d'Histoire du Judaïsme (París) acoge una exposición homenaje a la célebre empresaria, del 20 de marzo al 25 de agosto. A través de más de 300 documentos (fotografías, obras de arte y objetos), la exposición muestra el destino extraordinario de una mujer libre, luchadora, siempre en busca de innovaciones, en cuanto a productos y marketing. Asimismo, Rubinstein fue una de las mayores coleccionistas de arte, tal y como se mostrará en el Musée du quai Branly (París), a finales de año.

«La belleza es poder»

Sin duda, una de las máximas de Rubinstein (1872-1965), quien a pesar de medir 1,47 metros, logró construir un imperio cosmético mundial, adqurido por L'Oréal, su gran antagonista, en el año 1988.
De origen judío polaco, Helena Rubinstein, nacida Chaja Rubinstein, abrió su primera boutique en Melbourne (Australia) en el año 1902. Autodidacta e intuitiva, Rubinstein supo adelantarse a su época, convirtiéndose en la primera experta en belleza que incorporaba cabinas para hacer todo tipo de tratamientos. El ingrediente clave de sus cremas, la lanolina, le sirvió para presentarlas como lujosas, estrategia que fue un éxito desde el punto de vista comercial. Para camuflar el olor de la lanolina, Rubinstein empezó a trabajar con lavanda, corteza de pino y nenúfares

Tres años más tarde, Rubinstein cedió la boutique a una de sus hermanas y empezó a reunirse con científicos de todo el mundo, antes de instalarse en Londres. En el año 1915, y ya en Nueva York, inauguró un salón de cosméticos que se convertiría en una cadena con distribución por todo Estados Unidos. Sería el inicio de un negocio que le permitiría competir con otra de las visionarias de la cosmética de la época, Elizabeth Arden. Dos años después, Rubinstein se adjudicaba la fabricación y distribución al por mayor de sus productos.

Rubinstein, a quien sus empleados llamaban Madame, dejó huella en el mundo de la belleza al ser una de las primeras en vender el concepto de cosmética de lujo, aportando valor añadido a sus productos, y sirviéndose del testimonio de famosos que, supuestamente, los utilizaban. Buena parte de la estética de hoy en día, tal y como se conoce, tuvo en Rubinstein a una de sus primeras precursoras.









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