"La mejor forma de predecir
tu futuro, es construirlo".
Alan Kay, informático estadounidense,
presidente y fundador de Viewpoints
Research Institute (1940).

La alta cosmética y la cosmética profesional es un negocio que moverá 265.000 millones de euros al año en todo el mundo en 2020. Un sector en el que existen muy pocos actores gigantes y muchos laboratorios pequeños.

Podría parecer que la belleza es de los grandes. Pero incluso los grandes o más significativos, sobre todo empresas de carácter familiar que abundan en el sector de la cosmética profesional han sido absorbidos, en los últimos años y tras la crisis, por fondos de inversión o similares que les han despojado de esa naturaleza que les hacía únicos, amigables y cercanos, la de ser empresa familiar. Es el caso reciente de Germaine de Capuccini.

Queda claro que el futuro es de quien sepa adaptarse. ¿Cómo? Con el descubrimiento e inversión en nuevos productos que faciliten la competencia, léase nuevos activos o filosofía cosmética, carácter natural y orgánico a la cabeza. Y la entrada a escena de nuevos servicios, seguimiento, postventa, personalización, atención y envíos gratuitos e inmediatos a través de distintas plataformas de acceso, por ejemplo. Sin olvidar, en el caso de las multinacionales, que ya no mandan los mercados emergentes, sino los más pudientes, el lujo a la cabeza.

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