Por APEMADRID (Asesoría Profesional de Empresas).

Cada vez más se impone la figura de los profesionales que ayudan a las empresas a identificar, evitar o corregir los riesgos que les acechan. El perfil de los consultores es muy amplio, como muy amplia es también la gama de cuestiones a tener en cuenta cuando se carga con la responsabilidad de dirigir una empresa. No está de más recordar aquí que el concepto empresa es muy amplio, y que alcanza también, mal que les pese, a los trabajadores autónomos.

A título de ejemplo, existe la normativa sobre prevención de riesgos laborales, cada vez más severa y exigente, y la ley de protección de datos personales. Últimamente tiene especial incidencia la responsabilidad de los administradores de las sociedades, y empieza a hablarse mucho de la llamada responsabilidad social corporativa (se entiende como tal una forma de gestión que se define por la relación ética de la empresa con terceros, y por el establecimiento de metas empresariales compatibles con el desarrollo sostenible de la sociedad; preservando recursos ambientales y culturales para las generaciones futuras, respetando la diversidad y promoviendo la reducción de las desigualdades sociales).

Hay otras circunstancias que, si bien no pueden calificarse directamente de riesgo, sí pueden suponer un cierto peligro. Así, por ejemplo, conviene evaluar cómo está nuestro contrato de arrendamiento, si nuestra contabilidad y declaraciones fiscales están en orden, si nuestra política de recursos humanos se ajusta al convenio colectivo aplicable, si los libros oficiales están al día, si las pólizas de seguro están correctamente suscritas, si nuestro patrimonio personal está protegido frente a los avatares del negocio, si la financiación de nuestra empresa es adecuada o si tenemos margen para obtener más,…

Y por último, encontramos aquellos riesgos que podríamos calificar como competitivos: revisar nuestros precios, nuestros costes, la apariencia de nuestras instalaciones, el comportamiento de nuestros empleados, la previsión de nuestros pagos, el aspecto de nuestra imagen corporativa, ver qué servicios podríamos ofrecer y no lo hacemos, o en qué aspectos somos especialmente fuertes o particularmente débiles.

De modo que, al igual que los especialistas médicos aconsejan que periódicamente nos sometamos a una serie de controles aunque no presentemos ningún síntoma preocupante, los empresarios deberían periódicamente evaluar el estado general de su negocio, analizando unos cuantos puntos clave. Resulta imprescindible para alcanzar mayores niveles de competitividad y rentabilidad. Una empresa que tenga todos sus resortes y recursos a punto y en perfecto estado puede sin duda atravesar con más garantías las turbulencias, y accederá a nuevas oportunidades de negocio. Para ello, es imprescindible recurrir a los servicios de profesionales.









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