"Cuando el facilitar empleo se convierte
en finalidad, la necesidad pasa a ser una
cuestión secundaria".
Henry Hazlitt, escritor, filósofo liberal,
economista y periodista estadounidense
(1894-1993). ​

Mientras en España la figura del aprendiz de peluquería languideció hace ya mucho tiempo, en nuestro país vecino, cuna de la Haute Couture française (la alta peluquería), los salones se llenan de los mismos.

Todo ello, tras la derogación de un decreto que posibilita, a partir de ahora, que los negocios artesanos como el que nos ocupa acojan dos aprendices y un aprendiz repetido cuya formación se amplía en caso de suspender su diplomatura. Y con un objetivo, afrontar la escasez de mano de obra cualificada que asola a la peluquería gala desde hace años, previendo el sector, además, un repunte de la facturación y número de clientes tras el confinamiento.

Y no solo eso, es que la profesión de peluquero(a) es una de las más solicitadas por los alumnos. Lo cual nos hace reflexionar una vez más y en nuestro caso, sobre si la formación aquí, en nuestro país, es la adecuada y si realmente nuestro modelo de educación y contratación está preparado para dar el mejor de los servicios, fomentar el empleo y aumentar el número de clientes y visitas.

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