El Museo Nacional del Romanticismo abre la muestra Teje el cabello una historia. El peinado en el Romanticismo”, sobre el peinado y los usos del cabello en el siglo XIX. Más de noventa obras permiten al visitante acercarse a la evolución de los peinados femeninos y masculinos en la época, a los arreglos del vello facial de los hombres, así como al uso sentimental del cabello durante el Romanticismo.

"El cabello, aunque distintivo de cada persona, ha tenido a lo largo de la historia una importante carga sociocultural. Como sucede hoy día, en el Romanticismo el peinado fue fundamental para la construcción de la imagen personal, y junto con las joyas o los ricos vestidos, una forma de distinción y representación social", relata el museo.

La exposición que comenzara el pasado 29 de noviembre, se extenderá hasta el día 2 de abril y estará abierta en la Sala de exposiciones temporales y sala XXV del Museo Nacional del Romanticismo de Madrid.

Una muestra que tiene como objetivo relatar la historia de los peinados, sujetos a constantes cambios y manifestando las costumbres y particularidades de los diferentes pueblos y muy particularmente en nuestro país.
Junto a la importancia que cobró el vestido durante el siglo XIX, los peinados y arreglos de cabello tanto femeninos como masculinos evolucionaron al son de las modas.
Además, la exposición también trata otros temas como la importancia de los usos sociales del peinado, el papel de los peluqueros y personal de servicio para realizar los modelos, los productos usados, etc.

De entre las más de 90 piezas de la colección del Museo Nacional del Romanticismo destacan las obras de algunos de los autores más relevantes del siglo XIX, como José de Madrazo y su hijo Federico de Madrazo, Antonio María Esquivel, Valentín Carderera o Rafael Tegeo, del que se exponen dos retratos recientemente donados al museo. Además, la exposición se compone de piezas de joyería, abanicos, miniaturas, grabados, dibujos, así como de otros objetos relacionados con el peinado, como un juego de rizar el cabello compuesto por calentador, rizador, tenaza y separador de pelo.

Una historia con mucha moda y datos curiosos

España, que en otras épocas había sido creadora de tendencias, recibiría en el siglo XIX la influencia de los dos grandes centros de la moda europea, París y Londres. El afrancesamiento en las costumbres tendría también su reflejo en la moda, en la que el peinado sería una parte esencial. Indumentaria y arreglo del cabello irían de la mano hasta el punto de que determinadas vestimentas se asociarían a un tipo u otro de peinado. Por su parte, las tendencias inglesas se introdujeron a través del país vecino, por lo que llegaron tamizadas por la visión gala de las mismas.

Las revistas femeninas y de moda contribuyeron a la difusión de las nuevas tendencias en el arreglo del cabello de las damas. A medida que avanzaba la centuria, las crónicas de los grandes eventos, que incluían las descripciones de las indumentarias y peinados más sobresalientes, se fueron enriqueciendo con la inserción de figurines e ilustraciones, lo que resultó clave para la divulgación de la moda.

El peinado más característico en la década de los 40 en la mujer será el peinado en bandós (del francés bandeaux). En realidad el término aludía a las diferentes partes en las que se podía dividir el cabello, pero desde 1832 se utilizará para hablar de cada uno de los lados, divididos por la raya o las rayas centrales.

A diferencia de lo que ocurría en el universo femenino, el peinado masculino no fue considerado un elemento de belleza como tal, sino que debía servir para imprimir carácter y subrayar la individualidad de los caballeros. Quizá por eso apenas aparecieron referencias a las modas en las revistas de la época, que no solían estar dirigidas a los varones, ni descripciones de los peinados con nombres que identificaran una u otra tendencia. Tampoco los cambios se produjeron vertiginosamente, sino de forma más atenuada.

A principios del siglo XIX se configuró una nueva imagen masculina elegante y refinada, encarnada en figuras como George Bryan Brummel, "el bello Brummel", que fueron referentes de las nuevas tendencias.

En cuanto al vello facial masculino, en el siglo XIX se generalizó el uso del bigote y la barba.

"En el Romanticismo fue frecuente entregar y guardar el cabello de los seres queridos. La expresión más sencilla de este tipo de prácticas, y acaso la más íntima, era la de conservar un mechón de los depositarios de los afectos", describe la exposición.

Los cabellos podían custodiarse en pequeñas cajas, joyeros o entre las páginas de un libro. Pero había una alhaja dedicada a ese fin, el guardapelo. Un pequeño adminículo que bien en forma de colgante, broche o pulsera, permitía portar la memoria y el tacto de los seres queridos.

Teje el cabello una historia. El peinado en el Romanticismo.
Museo Nacional del Romanticismo (C/ San Mateo, 13 - Madrid).
Sala de exposiciones temporales y sala XXV.
Fechas: del 29 de noviembre de 2019 al 12 de abril de 2020.
Horario: martes a sábado: de 9.30 a 18.30 h. / Domingos y festivos: de 10.00 a 15.00 h.
Comisaria: Carolina Miguel Arroyo









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