"La innovación distingue
a un líder de un seguidor".
Steve Jobs, cofundador y presidente
ejecutivo de Apple (1955-2011).​

Jean Louis David tenía una fortuna estimada, en 2017, de 200 millones de euros. La hizo, a partir de los 70, salón a salón o, mejor dicho, franquicia a franquicia, con un modelo de negocio exportado, en aquel entonces, de Estados Unidos.

Hace escasas fechas, nos despertábamos con la noticia. Jean Louis fallecía en su exilio dorado y 'fiscal', en Suiza, aunque también con reciente y segunda residencia en las Islas Caimán. Deja 1.000 salones en 24 países, los cuales vendió, pensando ya en su retiro, al grupo estadounidense Régis. En 2008, comprados a su vez por Provalliance, del francés Franck Provost, otro de los grandes de la época.

Hombre de negocios, a los datos y cifras de su cabecera millonaria nos remitimos, declaró multitud de veces que él era "un artesano, no un artista", conteniendo los parámetros de su triunfo en el ejercicio manual del oficio. Queda además en la historia grabado como el inventor del degradado. Jean Louis quería y admiraba a las "mujeres activas y atractivas", a las que liberó de corsés y ataduras proporcionándoles libertad y movimiento.

Dicho todo lo cual comprendemos que existió un tiempo dorado de la profesión que nos ocupa, que no volverá a ser igual nunca, por supuesto. Porque cada tiempo tiene su circunstancia. Y que solo los hombres capaces, innovadores y creativos, visionarios, serán los elegidos a la hora de coronar cimas imposibles para el resto. Jean Louis David es así símbolo de que los grandes proyectos, las grandes ideas, el éxito, también es posible en la peluquería.

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