"No seré una estrella de rock. Seré una leyenda".
Freddie Mercury, el famoso e inimitable vocalista
principal de la banda de rock Queen, británico de origen
persi e indio (1946-1991). ​

Empezando por su propia estética, peculiar, inimitable y a la última, pasando por su concepto de empresa y finalizando por su arte y beneplácito a la hora de peinar las cabelleras más famosas, desde Madonna al rey Juan Carlos, pasando por testas igualmente 'coronadas': Maragall y Emilio Botín entre otros. La lista es interminable y tal era su apego a políticos y altos cargos, eso sí, navaja en mano, que llegó a ser conocido como 'el peluquero del poder' (lo que le confería también poder al peluquero).

Pascual Iranzo se nos ha ido de forma repentina a los 92 años. Toda una leyenda, el símbolo de una época, la dorada de la peluquería en nuestro país e internacionalmente, que se nutría de nombres y hombres como el propio Iranzo al que hemos de unir a Alberto Cebado y Lluís Llongueras en la cuadratura del círculo, el triunvirato perfecto.

Todos ellos, visionarios, que vincularon el arte a la empresa y viceversa de modo excelso para alcanzar el estrellato, Iranzo, el más Lagerfeld en la confección del cabello. Hoy, la industria es otra. Pero nos queda su legado. Y tenemos la obligación de salvaguardarlo. Quizá, volver los ojos hacia Pascual Iranzo, estudiar su carrera, y no olvidarnos de él y sus logros, pudiera proporcionarnos algunas claves para hacer resurgir con brillo propio y multitudinario a nuestra peluquería, la del siglo actual, ésta y la de las décadas venideras.

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