Antonio Jaumandreu.
APEMAD (Asesoría Profesional de Empresas).

Se acercan unas elecciones generales que a todos se nos antojan de una importancia crucial. De alguna manera, creo que con más optimismo que realismo queremos creer que el día después la crítica situación económica cambiará y las cosas empezarán a ir mejor. Es posible que el mero hecho de un cambio de caras en el Gobierno provoque que veamos las cosas distintas, eso que solemos llamar “una bocanada de aire fresco”. Pero una cosa hemos de tener clara: aunque la recuperación empezase el 21 de noviembre, el camino es largo y tal vez nunca volvamos a los niveles de vida que, probablemente de forma engañosa, mantuvimos hasta hace tres o cuatro años.

Dios me libre de decirles a quién han de votar. Pero sea quien sea el candidato que nos merezca más confianza o simpatía (por cierto, creo que es la primera vez en la historia reciente, incluso a nivel europeo, en que elegimos entre dos barbudos), pienso que todos le pediríamos más o menos lo mismo: honradez, sentido del ahorro, esfuerzo, seriedad y sentido común, toneladas de sentido común. A partir de ahí, todo lo demás es cuesta abajo.

Es de sentido común no gastar más de lo que se tiene, y también lo es no ahogar con impuestos a la gallina de los huevos de oro que son las empresas. Es de sentido común respetar la propiedad privada y la iniciativa de los empresarios para dirigir sus negocios de la mejor manera posible, sin ahogarlos bajo toneladas de leyes y disposiciones. Es de sentido común que nuestro sistema se basa en la libre competencia y en el espíritu de superación en todos los aspectos, incluso en el económico. Es decir, que quien monta un negocio lo hace para ganar dinero y no para ser una ONG. Es de sentido común que si a quien más y mejor produce lo crujimos a impuestos, tirará la toalla y se irá a otro país o simplemente se lo venderá todo y se dedicará a viajar por el mundo. Es de sentido común que hay que volver a la cultura del mérito, a valorar más a quien más trabaja y aporta. Es de sentido común que “indignarse” es muy bonito y cómodo, pero no genera riqueza ni bienestar para los demás, sino que solo aspira a repartir, no sabemos con qué criterio, lo que los demás han generado. Y eso desmotiva seriamente a quienes generan riqueza, trabajo e ideas. Es de sentido común que no se pueden crear aeropuertos donde no hay aviones, ni tener más kilómetros de AVE de los que podrían permitirse los propios Estados Unidos de América.

Dicen que “la genialidad del sistema americano está compuesta del imperio de la ley, el respecto a la propiedad privada y la libertad del individuo para esforzarse en ser mejor que sí mismo y su vecino y cosechar la recompensa que resulta de aplicar sus capacidades innatas y su esfuerzo”. Ley, propiedad y libertad. Suena sencillo, independientemente de que los americanos nos caigan mejor o peor. Yo no pido nada más a quienes nos quieren gobernar. Del resto ya nos ocuperamos los ciudadanos.









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