"Las grandes oportunidades para ayudar
a los demás rara vez vienen, pero las pequeñas
nos rodean todos los días".
Sally Koch, escritora y voluntaria del cuerpo
jesuita de Northwest, Inglaterra
(1896-1990).

Finalizada la última edición de Movember, toca hacer balance. Este movimiento solidario, creado en el año 2003 en Australia, no ha logrado el suficiente apoyo en nuestro país. Tan solo 11.392 ciudadanos se han apuntado a esta campaña de concienciación sobre salud masculina cuyo símbolo de identidad es el bigote. La aportación por persona ha sido de 13 euros, en comparación con los 63 euros de media de todos los países participantes. En total, se han recaudado 148.902 euros, un 0,3% de los más de 45 millones en todo el mundo.

¿Qué ha fallado? ¿Llevar bigote no es trendy en nuestro país? ¿El mensaje de la campaña no ha convencido al público masculino en general? En realidad, es una incógnita. Tan solo hace falta visionar algún vídeo colgado en YouTube sobre esta cuestión. A la mayoría de los entrevistados les parece bien la iniciativa, y algunos estarían dispuestos a cambiar su imagen y dejarse bigote por una causa como esta, contra el cáncer. ¿Entonces?

Solo se me ocurre una razón. Y tiene relación con la crisis económica que todavía sufre nuestro país. El paro, la inestabilidad laboral y la pérdida de poder adquisitivo podrían estar detrás de la baja participación en Movember. Ello explicaría por qué nos hemos quedado a la cola en comparación con otros países vecinos, como Reino Unido y Francia.

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