"La principal marca del genio no es
la perfección, sino la originalidad, la apertura
de nuevas fronteras".
Arthur Koestler, escritor británico
de origen húngaro (1905-1983).


Muchas veces hemos hablado de la gran fuerza que están tomando las barbas y los bigotes como tendencia, llegando hasta el punto de que muchos jóvenes se someten a trasplantes de pelo para lucir un vello facial más abundante. También forman parte de la moda para ambos sexos, apareciendo en camisas y camisetas, anillos y collares, y en todo aquello que a alguien se le ocurra vender, popularizando el vello facial de una manera que no se veía desde hacía años.

Barbas y bigotes se han convertido en un símbolo moderno. Más que un simple complemento estético, muchos han optado por convertirlo en su imagen de marca, un elemento muy reconocible e incluso comercializable más allá de los límites que se podrían esperar. Un ejemplo claro es el caso de Conchita Wurst, cantante vencedora en el pasado festival de Eurovisión, que si bien ha logrado gustar a muchos por su voz, ha sido su aspecto con barba el que le ha conseguido una mayor atención por parte de medios y público.

Pero para crear una imagen memorable y comercializable, no vale cualquier barba o bigote. El vello facial debe estar extremadamente cuidado y controlado; incluso cuando parece ofrecer un aspecto desaliñado, esta imagen debe estar estudiada hasta el último milímetro. Por eso, ahora más que nunca, aquellos peluqueros y estilistas que saben tratar el vello facial están más buscados que nunca por aquellas personas que necesitan algo más que un afeitado o un recorte, requiriendo consejos de estilo y tratamientos más originales. Ampliar mercado y ofrecer servicios específicos a este público puede ser la mejor manera de reanimar un negocio estancado.

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