"No puedo ir a preguntarle a los
consumidores qué es lo que desean, porque
durante el tiempo que esté desarrollándolo
ellos van a desear algo nuevo."
Steve Paul Jobs, fundador de Apple
(1955-2011).


Estamos en un momento en el que los constantes cambios a los que nos vemos sometidos hacen que todo nuestro panorama se transforme de arriba abajo a un ritmo vertiginoso.
Cambia la forma en cómo realizamos la compra y cambia nuestra alimentación; cambia la ropa que llevamos puesta, el tipo de electrodoméstico que usamos y cada cuánto lo sustituimos, la clase de tabaco que usamos, aumentando por ejemplo el consumo de pitillos confeccionados por uno mismo; cambia la periodicidad con la que renovamos el coche, cómo leemos las noticias, así como un largo etcétera.

Nace un nuevo modelo de cliente con un consumo más responsable, más exigente, que sabe lo que quiere y que exige un mayor y mejor servicio por su dinero. Es lo que se llama la compra inteligente. Hemos pasado de tener hábitos de consumo ostentosos a otros más precavidos. Pero el consumo sigue ahí latente, funcionando, y es vital para nuestro negocio saberlo detectar para ajustar y adelantar si es posible nuestra oferta. Y si no, ¿cómo se entiende que ciertas empresas vean aumentar sus ventas considerablemente en momentos de crisis? Quizá sea porque supieron encauzar y dirigir mejor su oferta y adelantarse con ella a las necesidades del nuevo consumidor que se estaba o se está configurando.

Es necesario afinar más, formarse continuamente, mantener nuestra atención en constante actividad para detectar de qué forma podemos ofrecer a nuestros clientes un mejor servicio, con una propuesta más adaptada y ajustada a las necesidades que esperan para satisfacerles. Para ello no debemos tener miedo ni reparar en los cambios que sean necesarios por muy extraordinarios que nos parezcan.

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